Bienvenido a El Viaje de la Vida, un espacio creado para compartir emociones reales, experiencias personales y todo aquello que a veces cuesta decir en voz alta. Aquí puedes contar tu historia, leer a otros, acompañar con empatía o simplemente dejar salir lo que llevas dentro. Todas las voces son bienvenidas.
Avisos
Vaciar todo
El Viaje de la Vida- Foro de historias y emociones
1
Respuestas
1
Usuarios
0
Reactions
81
Visitas
Jul 26, 2025 10:14 pm
Mi vida siempre ha estado marcada por los viajes.
Desde bien pequeña recorría España de Albacete a Zamora varias veces al año para disfrutar de mi familia. Esos viajes no eran turísticos ni planeados, pero eran mis vacaciones favoritas. Lo que más nos gustaba era estar juntos.
Con el tiempo, los viajes seguían llegando. Mi padre era entrenador de baloncesto, y como familia lo acompañábamos donde hiciera falta: campeonatos, encuentros, entrenamientos... Cada destino era una aventura, cada ciudad, una anécdota.
Sin darnos cuenta, los viajes se volvieron parte de nuestra rutina. Y yo me acostumbré a ellos como quien respira sin darse cuenta. Siempre había una maleta por preparar, una carretera por recorrer, una familia que abrazar al otro lado.
Fue en 1999. Mi primer gran viaje fuera de España. A Disneyland París.
Fuimos en coche, con mi tía, mi prima y mi hermano. A un lugar que solo conocíamos por los anuncios de las películas en VHS. No había redes, ni aplicaciones, ni itinerarios. Solo una ilusión inmensa de llegar a un sitio donde, decían, la magia era real.
Y lo fue.
Aquel viaje encendió una chispa en mí. No solo me enamoré de los castillos y personajes, sino del viaje en sí. De los preparativos, del trayecto, de la emoción de lo desconocido.
Tanto, que años después logré contagiar esa pasión a mis padres. Dijeron que solo irían una vez… pero ya han perdido la cuenta. Porque sí: la felicidad engancha.
Mi vida siempre ha estado marcada por los viajes.
Desde bien pequeña recorría España de Albacete a Zamora varias veces al año para disfrutar de mi familia. Esos viajes no eran turísticos ni planeados, pero eran mis vacaciones favoritas. Lo que más nos gustaba era estar juntos.
Con el tiempo, los viajes seguían llegando. Mi padre era entrenador de baloncesto, y como familia lo acompañábamos donde hiciera falta: campeonatos, encuentros, entrenamientos... Cada destino era una aventura, cada ciudad, una anécdota.
Sin darnos cuenta, los viajes se volvieron parte de nuestra rutina. Y yo me acostumbré a ellos como quien respira sin darse cuenta. Siempre había una maleta por preparar, una carretera por recorrer, una familia que abrazar al otro lado.
Fue en 1999. Mi primer gran viaje fuera de España. A Disneyland París.
Fuimos en coche, con mi tía, mi prima y mi hermano. A un lugar que solo conocíamos por los anuncios de las películas en VHS. No había redes, ni aplicaciones, ni itinerarios. Solo una ilusión inmensa de llegar a un sitio donde, decían, la magia era real.
Y lo fue.
Aquel viaje encendió una chispa en mí. No solo me enamoré de los castillos y personajes, sino del viaje en sí. De los preparativos, del trayecto, de la emoción de lo desconocido.
Tanto, que años después logré contagiar esa pasión a mis padres. Dijeron que solo irían una vez… pero ya han perdido la cuenta. Porque sí: la felicidad engancha.